La experiencia con estudiantes usuarios de sustancias adictivas en el ámbito escolar no es, lamentablemente, algo distante a la mayoría de los maestros del medio superior.
Investigaciones recientes nos muestran un alarmante incremento del uso de sustancias en este nivel educativo; y aunque esto es más grave en contextos urbanos, las zonas rurales no quedan exentas de estos problemas. Por esto se hace urgente que las escuelas y nuestro sistema escolar en general adopten una postura común y suficientemente estructurada para responder a este problema desde una actitud de apertura y comprensión.
El hecho de que ahora nuestras autoridades hayan aprobado la ley para poder tener acceso a ciertos gramos de clase de droga, eso no significa que nosotros como alumnos estemos a la disposición de ir a la compra de droga, sino que en nuestra escuela como en nuestra familia debemos discutir de este tema que tanta controversia causa entre la sociedad que opone a este ley pero tampoco hacen algo para poder ayudar y verle el “lado bueno”.
El papel de la escuela, como lo hemos mencionado, es fundamental en la detección temprana de estos problemas, y la labor educativa es compatible con la labor preventiva de infinidad de situaciones riesgosas que se presentan en la etapa adolescente y juvenil, tanto de los estudiantes como de sus vidas.
Es necesario pues que sea desde este ámbito de donde se inicie una tarea educativa social que cambie la representación negativa y alarmista que circundan a las sustancias y sus usuarios.
Como también acompañar a su hijo en todo el proceso de rehabilitación.La orientación al joven y su familia, en los conflictos que puedan surgir entre padres e hijos por la conducta de consumo, son una manera de mostrar la labor educativa de la escuela y su preocupación por el alumno.
Recordemos que la labor educativa de la escuela debe estar más allá de las aulas y los textos, éstos son sólo los recursos para lograr su objetivo principal: la formación de sujetos sociales y de sociedades más justas en las que la diferencia sea un recurso y no una amenaza.
Investigaciones recientes nos muestran un alarmante incremento del uso de sustancias en este nivel educativo; y aunque esto es más grave en contextos urbanos, las zonas rurales no quedan exentas de estos problemas. Por esto se hace urgente que las escuelas y nuestro sistema escolar en general adopten una postura común y suficientemente estructurada para responder a este problema desde una actitud de apertura y comprensión.
El hecho de que ahora nuestras autoridades hayan aprobado la ley para poder tener acceso a ciertos gramos de clase de droga, eso no significa que nosotros como alumnos estemos a la disposición de ir a la compra de droga, sino que en nuestra escuela como en nuestra familia debemos discutir de este tema que tanta controversia causa entre la sociedad que opone a este ley pero tampoco hacen algo para poder ayudar y verle el “lado bueno”.
El papel de la escuela, como lo hemos mencionado, es fundamental en la detección temprana de estos problemas, y la labor educativa es compatible con la labor preventiva de infinidad de situaciones riesgosas que se presentan en la etapa adolescente y juvenil, tanto de los estudiantes como de sus vidas.
Es necesario pues que sea desde este ámbito de donde se inicie una tarea educativa social que cambie la representación negativa y alarmista que circundan a las sustancias y sus usuarios.
Como también acompañar a su hijo en todo el proceso de rehabilitación.La orientación al joven y su familia, en los conflictos que puedan surgir entre padres e hijos por la conducta de consumo, son una manera de mostrar la labor educativa de la escuela y su preocupación por el alumno.
Recordemos que la labor educativa de la escuela debe estar más allá de las aulas y los textos, éstos son sólo los recursos para lograr su objetivo principal: la formación de sujetos sociales y de sociedades más justas en las que la diferencia sea un recurso y no una amenaza.
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